¿Solemos pensar de forma saludable?
por Gisella Magagna | Oct 14 ,2015
Si nos detenemos un momento y nos preguntamos ¿qué estoy pensando?, ¿qué tan reales son las cosas que me estoy diciendo?, ¿cuántos pensamientos tengo a lo largo del día?, seríamos conscientes de la cantidad de ideas y pensamientos que pasan por nuestra mente. Eso sí, lo más probable es que no sepamos el número exacto… ¡son innumerables!
Estos pensamientos se conocen como automáticos y, como su propio nombre lo dice, aparecen de manera instantánea sin que nos demos cuenta de ellos ni de su importancia, ya que son los causantes de lo que sentimos y hacemos.
Es ya ampliamente conocida la frase “No son los hechos lo que nos perturba, sino lo que pensamos sobre ellos” (Epicteto). Si fuese de otra manera, todas las personas de este planeta reaccionarían igual ante las situaciones. Por lo tanto, es preciso destacar lo siguiente: ¡todo radica en nuestra forma de ver/interpretar las situaciones!
Frente a una determinada situación, podemos pensar de dos maneras: de forma racional (funcional, práctico, saludable) o de forma irracional (ilógico, poco realista, extremista).
¿Cómo identificar cuál forma de pensamiento estoy generando?, la clave está en identificar la intensidad de la emoción en el momento en que ésta se convierte en perturbadora, y se mantiene a través del tiempo incrementando su intensidad y frecuencia. De esta forma, afecta a las diferentes áreas de nuestra vida. Es más, podríamos decir que detrás de esto existen una serie de pensamientos irracionales que van tomando fuerza, pudiendo provocar respuestas de ansiedad, depresión, etc.
Para llegar a padecer un problema de salud mental no solo hablaremos de un pensamiento irracional, sino también del importante papel de los factores genéticos, bioquímicos y ambientales. Pero en este artículo nos centraremos en la relevancia de aprender a pensar de una forma saludable, ya que puede reducir notablemente una serie de problemas emocionales.
Por lo general, las principales perturbaciones emocionales surgen de demandas internas, por ejemplo, aquellas exigencias poco realistas sobre nosotros mismos: “yo debo ser perfecto en todo lo que hago”; hacia los demás: “él/ella debería tratarme de determinada forma” ó hacia el mundo: “las cosas deberían ser como yo las quiero todo el tiempo”.
También pueden aparecer pensamientos catastrofistas del tipo: “esto es realmente terrible”, pensamiento que refuerza creencias no saludables como: “no seré capaz…”, “no puedo soportarlo”, generando una baja tolerancia a la frustración y la consecuente respuesta de ansiedad o depresión. Esto, por mencionar algunas de las formas irracionales de pensamiento.
A lo largo de nuestra vida aprendemos a pensar de determinada forma, ya que crecemos creando creencias sobre todo lo que nos rodea. Pero todo esto puede modificarse, ¡nada es permanente! Este cambio no es para nada sencillo, y requiere de mucha práctica y del apoyo de un profesional experto.
Al pensar de manera diferente, actuaremos de forma diferente y esto producirá un cambio importante en nuestras vidas. ¡El primer paso es darnos cuenta de lo que nos decimos a nosotros mismos! Y a continuación, preguntarnos ¿Existe alguna pequeña cosa que contradiga este pensamiento?
Si la respuesta es afirmativa, podemos dar casi por seguro que ese pensamiento no es del todo real/saludable.
¡Podemos aprender a decidir lo que pensamos y, por lo tanto, lo que sentimos!