Cómo afrontar el miedo al fracaso
por Gisella Magagna | Jun 22 ,2016
¿Y si fallo? ¿Y si no puedo? ¡Qué horror! Frases como estas pueden limitar o frenar cualquier tipo de acción destinada a un objetivo (un deseo, mejorar, etc.).
El miedo al fracaso puede presentarse en un momento puntual y ser superado o convertirse en un estado constante de ansiedad, anticipaciones y conductas evitativas. Llegado a este punto pueden presentarse emociones e interpretaciones irracionales que traerán consecuencias negativas a la vida de la persona. A continuación se hablará de algunas características asociadas al miedo al fracaso y se darán algunas opciones de afrontamiento.
El miedo a fracasar en algo que se considera importante, surge ante la valoración de una posible amenaza sobre la que se tiene poco control. Dependiendo de esta valoración se optará por alguna de estas opciones: seguir adelante asumiendo los posibles riesgos y sin perturbarse por ellos o evitar la situación (lo que se conoce popularmente como “salir corriendo” ya que “será terrible si fallo”, “no soporto equivocarme”, “no podré con esto”). Esta última provocará un bucle irracional que desencadena una serie de emociones poco saludables. Asimismo, a mayor evitación mayor refuerzo de ese miedo.
Dentro de la terapia cognitiva-conductual, se valora y define la forma particular que tiene cada persona de interpretar las situaciones y cómo, a partir de esa interpretación, sienten y actúan. El cómo una persona piensa sobre un hecho en concreto puede ser racional (ante un posible fracaso siente un malestar, pero no detiene la acción) o irracional (surge una perturbación emocional que bloquea cualquier acción). En este segundo caso, la persona puede llegar a pensar que si fracasa será el fin del mundo y ya nada será como “debe” ser. En caso que la persona tienda a pensar de esta forma, va buscando maneras de reforzar este tipo de pensamiento, comenzando a condicionar su día a día evitando situaciones que se piensa no podrán tolerarse. Esto puede llegar a entenderse, ya que uno tiene que protegerse de las amenazas!, el problema es que suelen ser mucho más exageradas de lo que realmente son. Esto, evidentemente, repercute en cómo la persona se ve a sí misma, pudiendo presentarse una infravaloración de uno mismo: “soy incapaz”. Lógicamente, esto vuelve a reforzar el miedo y a hacer menos probable el hacerle frente.
Comúnmente el miedo irracional al fracaso se asocia a una constante demanda de perfección, imaginando unas expectativas demasiado altas en el desempeño de uno mismo, o sobre el resultado esperado. Siendo así, si uno se exige conseguir algo imposible y fracasa significaría que “no sirve para nada”, una posible respuesta seria abandonar y a su vez acentuará la idea de que es incapaz.
Asimismo, se tiende a generalizar los resultados de algo a toda la persona. Es decir, ante un fallo, sería comprensible decir “me he equivocado”, Esto o aquello me ha salido mal”, “he fracasado”: esto estaría dentro de lo racional, se reaccionaría con una emoción saludable, como molestarse o sentirse triste. Sin embargo, el reaccionar de forma irracional, sería llevar el resultado a todo su ser: “soy un fracasado”, “no sirvo para nada”, “siempre me equivoco”. En realidad, decimos que es irracional ya que no hay forma de probar que por un solo hecho, toda la vida de la persona es un fracaso o que en realidad “siempre” comete errores”. Lógicamente, esto último acarrea una serie de emociones disfuncionales, como pueden ser la ansiedad, la frustración o la culpa.
Un último aspecto a resaltar, sería la anticipación de posibles críticas o rechazo del entorno, dando por hecho que el cometer un error nos asegura el desprecio de las personas de nuestro circulo laboral, de amigos, familia, etc.
Aunque son muchas cosas a tener en cuenta, es importante destacar que cuando este miedo llega a limitar el día a día, se puede valorar la opción de consultarlo con un profesional. A continuación, se comentan algunas recomendaciones:
- Valorar cada situación como algo específico. El equivocarse en algo no significa que todo nuestro ser es un fracaso, sino que en aquella situación en concreto se ha fracasado. Intentar no juzgar toda su existencia ante un fallo, una mala decisión, etc.
- Procurar no anticipar resultados ni buenos ni malos. Mantener una postura neutra permite recordarse que cuando se quiere conseguir algo se intenta con todos los recursos que se tiene, aunque esto no asegure que se vaya a conseguir.
- La perfección no existe. En el pasado se ha actuado de forma imperfecta y en el futuro se seguirá haciendo. Lo mejor es aceptarlo! e intentar ser mejores no perfectos.
- Intentar aprender de cada fracaso o fallo. El hecho que no agrade fracasar no hará que deje de ocurrir!.
- Valorar los resultados en términos de probabilidades. Por ejemplo, si tengo un examen y no he estudiado será más probable que falle pero eso no me convierte en una persona horrible ni en un tonto, lo mejor será asumir la responsabilidad y generar acciones de mejora. En cambio, si me he preparado durante varios días lo más probable es que obtenga un buen resultado aunque no pueda asegurarlo del todo ya que existen otros factores que no controlo.
En conclusión, es importante aprender a afrontar de forma saludable aquellas situaciones en las que no se obtiene el resultado esperado. Cuando se tiende a interpretar un fracaso o un error como algo “espantoso e insuperable”, se desarrolla un miedo que se generaliza a cada situación, haciéndose más probable la presencia de sentimientos de frustración, ansiedad y/o depresión y por consiguiente una serie de conductas evitativas. La clave está en aprender a contemplar cada situación como algo particular que ha fallado o en la que se ha cometido un error lo que es totalmente diferente a llevarlo a toda la persona con frases como “soy un fracasado”, “siempre me equivoco”, “jamás lograré nada” ya que esto último traería una serie de consecuencias negativas.