por Gisella Magagna | Nov 21, 2018 | Uncategorized
Hace unos días escuchaba una conferencia de la plataforma TED, impartida por Guy Winch sobre la higiene emocional. En ella resaltaba que sabemos cómo cuidar nuestra salud física más no nuestra salud emocional o psicológica. Esto me llevó a reflexionar que crecemos convencidos (aspecto bastante conveniente, por cierto) sobre determinados peligros: ¡No cruces con la luz roja! ¡Si te caes, te haces daño! ¡Cuidado: eso quema!; se nos enseña a cuidar nuestro cuerpo con la alimentación; que el ejercicio es bueno, entre muchos otros. A medida que el ser humano va cumpliendo su desarrollo evolutivo y llega a la adolescencia, se insiste en alertar sobre situaciones de riesgo asociadas al alcohol y drogas, o el ímpetu de los padres por motivar a sus hijos a estudiar una carrera, ya que si no… podríamos continuar enumerando un sinfín de directrices aprendidas sobre cómo protegernos de peligros externos, y es correcto, pero no es el principal objetivo de este artículo. Sí lo es, hacer mención a lo expuesto por Guy Winch. Éste manifiesta que existen lesiones en nuestra vida que no son necesariamente físicas, y que implican un dolor emocional. Se refiere a lesiones provocadas por experiencias como el fracaso, la soledad, el rechazo o el abandono. Incluso, podrían ser provocadas por el simple hecho de que las cosas no salgan como esperamos y eso provoque una actitud negativa hacia sí mismo y hacia el futuro. Esto, a su vez, incrementa la vulnerabilidad hacia una tristeza un tanto más profunda de lo esperado, desencadenando también comportamientos disfuncionales. Este tipo de experiencias no son advertidas como un peligro potencial hacia nuestro bienestar...
por Gisella Magagna | Jun 22, 2016 | Uncategorized
Artículo publicado en la web www.saluspot.com Comunidad de Salud Interactiva. ¿Y si fallo? ¿Y si no puedo? ¡Qué horror! Frases como estas pueden limitar o frenar cualquier tipo de acción destinada a un objetivo (un deseo, mejorar, etc.). El miedo al fracaso puede presentarse en un momento puntual y ser superado o convertirse en un estado constante de ansiedad, anticipaciones y conductas evitativas. Llegado a este punto pueden presentarse emociones e interpretaciones irracionales que traerán consecuencias negativas a la vida de la persona. A continuación se hablará de algunas características asociadas al miedo al fracaso y se darán algunas opciones de afrontamiento. El miedo a fracasar en algo que se considera importante, surge ante la valoración de una posible amenaza sobre la que se tiene poco control. Dependiendo de esta valoración se optará por alguna de estas opciones: seguir adelante asumiendo los posibles riesgos y sin perturbarse por ellos o evitar la situación (lo que se conoce popularmente como “salir corriendo” ya que “será terrible si fallo”, “no soporto equivocarme”, “no podré con esto”). Esta última provocará un bucle irracional que desencadena una serie de emociones poco saludables. Asimismo, a mayor evitación mayor refuerzo de ese miedo. Dentro de la terapia cognitiva-conductual, se valora y define la forma particular que tiene cada persona de interpretar las situaciones y cómo, a partir de esa interpretación, sienten y actúan. El cómo una persona piensa sobre un hecho en concreto puede ser racional (ante un posible fracaso siente un malestar, pero no detiene la acción) o irracional (surge una perturbación emocional que bloquea cualquier acción). En este segundo caso, la...
por Gisella Magagna | Oct 14, 2015 | Uncategorized
Si nos detenemos un momento y nos preguntamos ¿qué estoy pensando?, ¿qué tan reales son las cosas que me estoy diciendo?, ¿cuántos pensamientos tengo a lo largo del día?, seríamos conscientes de la cantidad de ideas y pensamientos que pasan por nuestra mente. Eso sí, lo más probable es que no sepamos el número exacto… ¡son innumerables! Estos pensamientos se conocen como automáticos y, como su propio nombre lo dice, aparecen de manera instantánea sin que nos demos cuenta de ellos ni de su importancia, ya que son los causantes de lo que sentimos y hacemos. Es ya ampliamente conocida la frase “No son los hechos lo que nos perturba, sino lo que pensamos sobre ellos” (Epicteto). Si fuese de otra manera, todas las personas de este planeta reaccionarían igual ante las situaciones. Por lo tanto, es preciso destacar lo siguiente: ¡todo radica en nuestra forma de ver/interpretar las situaciones! Frente a una determinada situación, podemos pensar de dos maneras: de forma racional (funcional, práctico, saludable) o de forma irracional (ilógico, poco realista, extremista). ¿Cómo identificar cuál forma de pensamiento estoy generando?, la clave está en identificar la intensidad de la emoción en el momento en que ésta se convierte en perturbadora, y se mantiene a través del tiempo incrementando su intensidad y frecuencia. De esta forma, afecta a las diferentes áreas de nuestra vida. Es más, podríamos decir que detrás de esto existen una serie de pensamientos irracionales que van tomando fuerza, pudiendo provocar respuestas de ansiedad, depresión, etc. Para llegar a padecer un problema de salud mental no solo hablaremos de un pensamiento irracional, sino también del...
por Gisella Magagna | May 3, 2015 | Uncategorized
La pérdida de memoria siempre ha sido considerada una de las principales preocupaciones para la gente mayor. Sin embargo, podríamos decir que a pesar de que ocurren una serie de cambios en el organismo humano, no todos tienen que ser asociados a una enfermedad, ya que también están aquellos que se consideran propios del envejecimiento. Por ejemplo, notar que toma más tiempo aprender algo nuevo, dificultad para recordar algo reciente, pérdida de atención cuando se realiza más de un tarea, etc. Uno de los aspectos que tiene que quedar claro es que se puede tener un envejecimiento saludable, óptimo o satisfactorio, aspecto que actualmente es el objetivo en las distintas sociedades, en oposición a lo que sería una vejez asociada a dependencia y enfermedad. Existen determinados factores que se han comprobado que favorecen aquel estado de bienestar durante el envejecimiento, entre algunas encontramos: participación social activa, control y conocimiento de factores que influyen en la salud física, salud emocional, hábitos de vida saludables, compromiso intergeneracional, apoyo social y familiar, interés y compromiso con la vida, entre otros. Un aspecto bastante interesante y que influye notablemente en la calidad de vida durante el envejecimiento seria el mantenerse activo a lo largo de la vida. No solo se destaca su papel desde un punto de vista físico, sino también mental. En relación a esto último, hoy en día existen diferentes programas que, a nivel promocional, buscan mantener un funcionamiento cognitivo óptimo asociado a la edad, y también promover la motivación por nuevos conocimientos. Debe resaltarse que estimular no es lo mismo que rehabilitar concepto utilizado al trabajar con personas que sufren...
por Gisella Magagna | Feb 19, 2015 | Uncategorized
Nuestro cerebro ha desarrollado la capacidad de crear para nosotros un mundo inventado e imaginado por nosotros mismos. Muy pocos de nosotros vivimos en el mundo real. Vivimos en el mundo de nuestras percepciones, y tales percepciones difieren notablemente según nuestras experiencias personales. Podemos percibir ira donde no la hay. Si la distorsión es extrema, podemos pensar que vivimos entre enemigos cuando en realidad estamos rodeados de amigos. Willard Gaylin, 1984 Tal como enuncia Albert Ellis, la ira puede considerarse como una de las emociones más destructivas. Sólo tenemos que observar el día a día en las noticias y constatar las consecuencias individuales y sociales de la falta de manejo y control de esta emoción. Sin ir tan lejos, es probable que todos conozcamos a alguien que con solo decirle una palabra “explota”, trayendo como consecuencia una serie de efectos negativos en sus relaciones personales y en su salud física y psicológica. Todos nosotros en algún momento de nuestras vidas podemos experimentar esta emoción y expresarla, pero… ¿Cuándo empieza a considerarse un problema? Como otras emociones, en el momento en que la frecuencia e intensidad de éstas tienden a elevarse e interfieren con nuestro día a día. Y esto tiene una serie de consecuencias personales y sociales: Daño (muchas veces irreparable) a nuestras relaciones sociales y laborales. Se normalizan situaciones de agresividad. Se incrementa la posibilidad de sufrir enfermedades como alteraciones cardiacas. La capacidad para solucionar problemas va decreciendo debido a la baja tolerancia a la frustración. Surgen problemas emocionales como depresión o sentimientos de culpa. ¿Estas pueden ser razones suficientes para plantearnos un cambio? Antes de dar...